lunes, 27 de enero de 2014

El descendimiento de la Cruz de Roger Van der Weyden



Este cuadro fue pintado hacia mediados del siglo XV por el pintor Roger Van der Weyden, uno de los maestros más representativos del Gótico flamenco junto con Jan van Eyck.

El gótico flamenco es la última etapa de la evolución del arte gótico y, al desarrollarse a lo largo del siglo XV, coincide cronológicamente con el Renacimiento italiano. Por este motivo, ambos estilos intercambiarán avances.

La aportación más importante de los pintores flamencos y que podemos apreciar en este cuadro, es la introducción de una nueva técnica, el óleo sobre tabla, que permitía realizar transparencias, realizar correcciones con facilidad y aportaba un brillo especial y gran luminosidad a los colores. Esta técnica procedente de Flandes va a ser adoptada por los italianos a finales del siglo XV.

Por su parte, los autores flamencos tenían dificultades con la construcción del espacio, como era normal en el gótico. Al ponerse en contacto con el Renacimiento, sus cuadros van a incorporar progresivamente el invento italiano de la perspectiva. Sin embargo, como podemos ver en esta imagen, van der Weyden aún no incorpora dicha técnica y coloca a los personajes en friso, yuxtapuestos (uno al lado del otro) y sobre un fondo dorado y no paisajístico.

A lo largo del estilo gótico, uno de los avances que se había ido produciendo con respecto a la pintura románica es la incorporación del paisaje. Con ello los pintores trataban de aportar realismo a la representación. En este caso, sin embargo se muestra el rasgo arcaico de los fondos dorados, algo típico de la pintura gótica italiana del siglo XIV debido a su influencia bizantina. Sin embargo, en la pintura flamenca no es habitual en absoluto el empleo de estos fondos dorados, como podemos comprobar en las obras de Van Eyck.

Otro de los rasgos representativos de la pintura flamenca, y que en este caso sí se ve reflejada en esta obra, es la minuciosidad. Los pintores flamencos se habían formado como miniaturistas, por lo que se comportan como tales en sus cuadros. Para lograr la captación de todos los detalles, por diminutos que fueran, emplean en ocasiones pinceles de un solo pelo. Podemos apreciar esta minuciosidad en los detalles de los bordados de las ropas.

Y precisamente son las telas lo que más llama la atención de las pinturas flamencas. En primer lugar por ese detallismo y minuciosidad comentados, y en segundo lugar por su brillante colorido. Los colores más utilizados para las figuras principales son el rojo y el azul, que dado lo costosos que eran, son un símbolo del poder económico del mecenas. Las telas de los cuadros flamencos son espectaculares dado que una de las industrias fundamentales del país era la elaboración de tejidos.

Una de las características fundamentales del arte gótico en general es el interés por la humanización de los personajes y su representación realista. Podemos apreciar cómo van der Weyden se muestra como un experto en este terreno introduciendo los sentimientos más variados en todos sus personajes. De este modo se buscaba acercar las historias religiosas al espectador e implicarle emocionalmente. Precisamente para lograr una mayor identificación de los fieles con las escenas religiosas, como se aprecia en este cuadro, los pintores flamencos acostumbraban a vestir a los personajes a la manera flamenca en lugar de con túnicas.

El tema que se presenta en este cuadro es religioso. Se trata del momento en que Cristo ya ha muerto y sus seguidores le descienden de la cruz en presencia de su madre. En la mayor parte de las representaciones de este tema realizadas durante el Románico la Virgen permanecía inmutable y confiada en la resurrección de Cristo. Sin embargo, van der Weyden opta aquí por presentárnosla como una madre que sufre. Por ello, se desmaya y adopta la misma postura que su hijo, para mostrarnos el origen de su sufrimiento.

A los pies de la cruz observamos la presencia de una calavera. Se trata de la calavera de Adán, para transmitir el mensaje religioso de este cuadro: Adán introdujo el pecado y, con su muerte, Cristo nos salva. Esto es una muestra de otra de las características de la pintura flamenca: el simbolismo, especialmente complejo en algunas obras.

En conclusión, la obra que se nos presenta es un claro ejemplo de la pintura flamenca y del estilo monumental de su autor. Muestra grandes avances con respecto al estilo anterior, el románico, pero aún se muestra arcaico en algunos aspectos (la ausencia de perspectiva o los fondos dorados) que autores flamencos contemporáneos ya tenían solucionados. Aún así es una obra excepcional en la historia del arte por su calidad técnica y la emotividad con que representa el tema.







lunes, 13 de enero de 2014

Catedral de Santiago de Compostela (nave central)

NAVE CENTRAL DESDE LA PARTE POSTERIOR DEL TRIFORIO

La catedral de Santiago de Compostela, cuya nave central se presenta en la imagen, es uno de los edificios más representativos del arte románico español. Fue construida durante los siglos XI y XII en el lugar en que, según la tradición, se encontró el sepulcro del apóstol Santiago. La actual iglesia sustituye a una anterior prerrománica ubicada en el mismo lugar y que, debido al auge del Camino de Santiago a partir del siglo X, se quedó pequeña para acoger a la multitud de peregrinos que acudían a visitar el sepulcro del apóstol.

La iglesia fue construida siguiendo las características del arte románico francés, la influencia más fuerte a lo largo del Camino de Santiago español, ya que las cuadrillas de canteros y escultores viajaban a lo largo de esta vía buscando trabajo y extendiendo el estilo.

Según era habitual en el románico, la iglesia está construida siguiendo la planta típica de una iglesia de peregrinación. Consta, por tanto de tres naves, la central más alta y ancha que las laterales, un transepto bien desarrollado y girola rodeando el altar y con acceso a la cripta donde se encontraban las reliquias de Santiago.

Observado la nave central, podemos comprobar cómo esta iglesia sigue las características propias del estilo. Los gruesos muros de sillería bien escuadrada apenas dejan penetrar la luz y se aprecia cómo la nave central no tiene iluminación directa. Como soporte se emplea el pilar compuesto de gran grosor, formado por un pilar con cuatro semicolumnas adosadas. Sobre estos pilares se sitúan los arcos de medio punto, que en este caso son peraltados y doblados, una característica propia del arte prerrománico asturiano, del que deriva el románico español.

Las bóvedas son de cañón en la nave central y, aunque no se aprecia en la imagen, de arista en las laterales. La bóveda de cañón se encuentra dividida en tramos por arcos fajones. El empuje de estas bóvedas obliga a contar con gruesos muros, pocos vanos y contrafuertes al exterior que justifican la escasa iluminación de la iglesia.

Al ser una iglesia de peregrinación, Santiago cuenta tribuna sobre las naves laterales; por tanto, consta de dos cuerpos. Esta es una característica típica del románico que se extinguirá en el gótico, ya que la tribuna impide la entrada directa de la luz a la nave central. La función de la tribuna en las iglesias de peregrinación era, habitualmente, alojar a los peregrinos aunque podía tener otros usos. Dicha tribuna está formada por dos arcos de medio punto cobijados bajo otro arco mayor, como suele ser habitual. Bajo los arcos de la tribuna podemos observar un detalle decorativo típico del arte románico español: el taqueado o ajedrezado jaqués.

Esta iglesia constituye uno de los mejores ejemplos del arte románico español por ser uno de los ejemplos más perfectos de iglesia de peregrinación y un fiel reflejo de las características del estilo. Además de ello, ofrece una interesante muestra de ejemplos de escultura románica en dos de sus portadas: la de las platerías y el acceso principal, donde encontramos el Pórtico de la Gloria. Igualmente, constituye una interesante fusión de influencia francesa con elementos propios de la tradición prerrománica española.

Hay que señalar que la Catedral de Santiago fue comenzada a construir en pleno apogeo del estilo románico, durante el siglo XI pero finalizada en el siglo XII, momento en que un nuevo estilo comenzaba a extenderse por Europa: el gótico. Los aires de renovación se dejan sentir en el Pórtico de la Gloria, ya mencionado, que se considera el ejemplo más brillante del Románico final para unos o del Protogótico para otros.